Arquitectura El salvador
La época colonial en El Salvador se extendió desde la
llegada de Pedro de Alvarado desde Guatemala en 1524 hasta la independencia
formal firmada en 1821, es decir prácticamente tres siglos, durante los cuales
se produjeron algunas obras de arquitectura notables que subsisten hasta
nuestros días y de las cuales es posible hacer una lectura continua.
Se trata
de una arquitectura realizada en una provincia relativamente marginal dentro
del imperio español en el Nuevo Mundo, poco vinculada a sus centros de dominio
político o a las zonas de mayor produc ción de riqueza mineral. Sin embargo,
como bien dice Browning (1987) «pronto se descubrió que la mayor riqueza de
aquella provincia era su tierra y su gente».
El criterio tipológico orienta a
estudiar tres tipos arquitectónicos y urbanos de trascendencia para la historia
de la arquitectura en el país: el conjunto urbano, dominado por la plaza y los
portales; el templo religioso y la vivienda.
Uno de los fundamentos del nuevo poder colonial estaba en la
religión que, por medio de sus templos, dominaría aquellos nuevos conjuntos
urbanos convirtiéndose en uno de los tipos más significativos de la producción
arquitectónica. Existen múltiples templos coloniales o de matriz colonial en El
Salvador de los cuales, para los propósitos de este trabajo, interesa
concentrarse en tres: San Pedro Apóstol en Metapán, el Pilar en San Vicente y
San Miguel Arcángel en Huizúcar, sin querer ignorar la calidad de otros como la
Santa Cruz de Roma en Panchimalco, Santiago Apóstol de Chalchuapa, Asunción de
Ahuachapán, el Pilar de Sonsonate o Dolores de Izalco, así como las iglesias de
Conchagua, Citalá o Nahuizalco.San Pedro Apóstol en Metapán (1743) es
probablemente el templo colonial de escala más monumental del país. Su posición
elevada respecto de la plaza principal y el espacioso atrio propio, separado de
la plaza, le otorgan una posición escenográfica destacada, tal vez barroca.
Asimismo, la fachada principal, dominada por una torre central, le da un acento
vertical. También son destacables la evidencia de las potentes masas de sus
paredes perforadas por pequeños octógonos y los múltiples nichos para la
imaginería.
Analizar la producción de arquitectura de El Salvador en los
últimos veinte años representa un reto, no tanto por la dificultad de
delimitación temporal, que inicia con la firma de los Acuerdos de Paz (1992) y
se prolonga hasta el día de hoy, sino porque el objeto de estudio es demasiado
cercano al observador. Este período que Samayoa (2002) llama de «reforma
pactada» ha evidenciado la aparición de nuevos actores y generaciones de
profesionales involucrados en la producción de arquitectura, así como la
desaparición de otros, en un marco de mayor apertura del país hacia el mercado
y la cultura globales.
Internacionalismo
La presencia de profesionales y firmas de arquitectura
internacionales con una importante producción local ha marcado la arquitectura
de El Salvador en los últimos veinte años. Como se ha visto a lo largo de esta
reseña, esta es una característica permanente de la realidad arquitectónica
salvadoreña desde la época colonial que, probablemente, se ha exacerbado desde
1992. Entre otros, merece particular atención el caso de R. Legorreta con obras
muy significativas como el centro comercial Multiplaza (2005), los apartamentos
El Pedregal (2010), la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) (2009), el
edificio administrativo de TACA (2008) y algunas residencias privadas,
construidos todos de la mano de grandes grupos empresariales. En estas obras
aparece con nitidez una variante importante de la arquitectura moderna mexicana
por medio del manejo de un lenguaje de geometría sencilla y masas dominantes
relativamente introvertidas.
De igual forma, hay que señalar la participación del
colombiano F. Uribe en el conjunto de apartamentos 105 Campestre (2007), donde
se destaca la imagen en el paisaje natural de la ciudad en el marco de una
nueva interpretación de la relación edificio-calle y el manejo de proporciones
esbeltas. Menos reconocido por la naturaleza misma del proyecto, pero
igualmente destacado, es el asentamiento Flores de Andalucía (2004) del español
E. Abascal en Chirilagua, que incluye una nueva propuesta para viviendas
unifamiliares rurales y la consolidación de un centro de barrio con los
respectivos equipamientos sociales. También vale anotar proyectos como la
Escuela de Enfermería y la capilla del Colegio Arrupe, elaborado por
profesionales españoles, y el Taller Internacional de Arquitectura y Diseño
(TIAD) del italiano A. Favrin en el barrio San Jacinto (1998), en el cual se
reinterpreta la tipología de casa-patio en un contexto de gran austeridad y
modestia.
Arquitectura Moderna en El Salvador
Existe un consenso bastante bien establecido entre los
historiadores de que la modernidad política se establece en el país a partir de
1948, más puntualmente con el advenimiento de la nueva Constitución de 1950.
Esta carta magna, entre otras rupturas, consagra el rol del Estado como
promotor del desarrollo, la propiedad privada en función social y la igualdad
de derechos entre hombres y mujeres (Turcios, 1990; Baloyra, 1986). Dicho
período concluiría violentamente con la Guerra Civil (1980-1992), que abre una
nueva fase histórica que se prolonga hasta nuestros días. Adelante se discute
la producción arquitectónica en El Salvador durante ese período de poco más de
treinta años. El advenimiento de la modernidad arquitectónica en el país está
marcado por varios hechos «no edificados» pero de gran trascendencia. Vale
citar, como ejemplo, tres sucesos. Primero, la creación en 1950 del Ministerio
de Obras Públicas (MOP) en sustitución del pretérito Ministerio de Fomento, que
incluía una Dirección de Urbanismo y Arquitectura (DUA) responsable de las
nuevas obras edilicias públicas, así como de sus intervenciones urbanas. En esa
misma línea también es notable la creación del Instituto de Vivienda Urbana
(IVU). Segundo, la fundación en 1954 del programa de Arquitectura en la
Universidad de El Salvador (UES), que permitiría por primera vez la formación
de profesionales a nivel local, dentro de una lógica claramente «moderna».
Tercero, la aparición de las primeras industrias nacionales de materiales de
construcción, en especial cemento, acero, bloques de concreto y láminas para
cubiertas.
La llegada de las primeras expresiones de la modernidad
arquitectónica a El Salvador se había producido desde los años cuarenta. Es
posible distinguir una primera arquitectura «proto moderna» en los nuevos
edificios de oficinas que surgieron en el centro de San Salvador y de los
cuales aún subsisten algunos ejemplares como el original Banco Salvadoreño de
De Sola (1948), el Central, la Cafetalera, el Regalado, Panadés Centro o la
Mariposa. Estos edificios, a pesar de su volumetría masiva y del predominio del
lleno sobre el vacío, pero gracias al manejo de marquesinas y voladizos, y a un
consistente tratamiento de la esquina, introducen en el país veinte o treinta
años después referencias formales a la original Escuela de Chicago, al Art Deco
y al expresionismo alemán. Más decididamente moderno es el proyecto del
edificio García Rossi en Santa Ana por E. García Rossi (1954) donde aparece un
manejo más depurado del sistema de marcos estructura les, fachadas libres,
elementos de climatización como celosías y pasillos exteriores y una cáscara de
concreto para cubrir un cine.
El Salvador, como el resto de Mesoamérica, estuvo
abundantemente habitado antes de la llegada de los conquistadores españoles.
Hasta donde se ha podido comprobar, se trataba de un territorio periférico
respecto de otros centros dominantes relativamente cercanos como Copán o las
ciudades mayas del valle del Motagua o de la península de Yucatán en las
actuales Honduras, Guatemala y México. Esa cercanía de algunos de los centros
más brillantes de la civilización
maya no impidió que El Salvador estuviera poblado por tribus
más vinculadas con los habitantes del centro de México, por medio de los
nahuas. Como bien lo anotaba White (1987), en buena medida de ahí proviene la
mayor cercanía cultural entre El Salvador y México, que entre México y
Guatemala, donde el arraigo maya es mucho más profundo.
Lo anterior es relevante para introducir al menos dos obras
o conjuntos de obras significativas de la arquitectura precolombina en El
Salvador: Chalchuapa y San Andrés. Con esto no se quiere ignorar la existencia
de otros conjuntos relevantes en el país, tales como Cara Sucia, Cihuatán,
Tehuacán o Quelepa.
Peropara los propósitos de este trabajo, desde el abordaje
tipológico que se ha discutido antes, se prefiere orientar el análisis hacia
dos casos que pueden resumir algunas de las características formales más
importantes de este modo de hacer arquitectura. Además, se insiste en la visión
de un conjunto de obras ya que, por su propia naturaleza, para la arquitectura
precolombina de Mesoamérica, es difícil hablar de edificios individuales debido
a los múltiples ensamblajes que los vinculaban directamente entre sí y con el
medio ambiente natural en que se encontraban (Kubler, 1990).
En Chalchuapa, justo en la periferia norte y oriente de la
ciudad actual, se encuentran al menos dos subconjuntos relevantes. El Tazumal,
donde en térmi- nos de arquitectura debe destacarse la composición de espacios
llenos y vacíos.
Dos grandes plazas perpendiculares, donde destacaban estelas
y otros elementos simbólicos, están conformadas por dos templos piramidales,
uno principal y otro secundario, que se levantan del nivel principal a partir
de la sobreposición de plata- formas concéntricas, todo complementado por un
juego de pelota. Hacia el norte, el conjunto se acerca a la laguna de
Cuscachapa, un cuerpo de agua de 0.5 km2 probablemente el real centro
ceremonial de la zona. Menos de un kilómetro al norte del templo principal del
Tazumal se encuen- tra el subconjunto de Casa Blanca, de más reciente descubrimiento
y exploración. En este también debe resaltarse la conformación de una plaza
principal entre dos templos gemelos, orientada de norte a sur y rematada por un
templo menor de planta cuadrada, siguiendo el alineamiento básico del Tazumal.
El advenimiento de un El Salvador independiente podría
oficialmente marcar el inicio de una nueva etapa en el desarrollo de su
arquitectura. Sin embargo, aunque es fácil identificar la independencia
política formal en el marco de Centroamérica es menos evidente puntualizar el
surgimiento de una arquitectura propia del nuevo Estado, fuera de los
lineamientos de la matriz arquitectónica colonial.
No es sino hasta la consolidación del nuevo Estado nacional,
laico y liberal hacia 1880 que se puede decir que surgen nuevos tipos
arquitectónicos o variaciones significativas sobre los tipos coloniales. Eso
sí, todas las arquitecturas que aparecen entre esa fecha y 1950 tienen en común
el recurso del lenguaje historicista en sus modalidades neoclásica, neogótica,
neocolonial y otras. Sin embargo, más allá de las preocupaciones estilísticas,
siempre superficiales, es notable la aparición de diversos tipos
arquitectónicos asociados con el ascenso de los grupos sociales dominantes,
respaldados por la riqueza producida por el cultivo del café, y la aparición de
edificios públicos en consonancia con la nueva lógica del Estado. Además,
resultan significativas las experimentaciones tecnológicas que implican cambios
importantes en la manera de construir, aunque sobre la base de modelos
arquitectónicos precedentes.
Teatros
Dentro de los edificios civiles destacan los nuevos teatros
nacionales de Santa Ana, San Salvador y San Miguel, como los ejemplos más
elaborados de una arquitectura ecléctica de fuerte arraigo en el neoclasicismo.
El Teatro Nacional de Santa Ana (1904) probablemente sea el caso más relevante.
Diseñado y construido por los italianos hermanos Durini (Herodier, 1997) se
vincula claramente a otros teatros en Costa Rica y Ecuador que los mismos
diseñarían durante su dilatado ejercicio profesional en América. Destaca en
este edificio su clara composición en planta con tres grandes componentes de
dimensiones comparables: un cuadrado posterior para el escenario y camerinos,
la platea circular al centro y los espacios vestibulares y sociales dentro de
otro cuadrado sobre la fachada principal. Todo ello dentro de un rectángulo de
fuerte presencia urbana. Los elementos más notables de su arquitectura son: el
salón de baile del segundo nivel, con una doble altura que le otorga
proporciones cúbicas y que se abre a la plaza principal de Santa Ana; el juego
de doble escalera de caracol, construida en madera, para subir hacia los palcos
del segundo y tercer nivel y que demuestra una gran calidad artesanal y, por
último, la platea circular que se eleva tres alturas y está cubierta por una
cúpula rebajada con su respectiva linterna.
- Gótico
Es un estilo arquitectónico que tomó su inspiración de la arquitectura medieval. Floreció en Europa del siglo XII al XVI. Su principio generador se dio en la estructura ojival (arcos con punta)de la bóveda: fundada en el principio de la bóveda por aristas o crucería. La bóveda gótica nació de la necesidad de aumentar la altura de las naves y disminuir el empuje de las bóvedas y distribuir mejor el peso. Estos resultados se obtienen con el uso de los arbotantes y el truncado de las bóvedas.Este estilo se dio, sobre todo, para la construcción de iglesias y catedrales.
Comentarios
Publicar un comentario