Carlos Cañas
Fue el primero en exhibir arte abstracto de corte cubista en el país, por lo que muchos lo reconocieron como el Picasso salvadoreño. Su obra  repasó el indigenismo, el paisajismo, el cubismo, el surrealismo y el expresionismo. En sus últimos trabajos hay una notable abstracción geométrica con la que marcó el regreso a sus orígenes. Su visión hacia el arte salvadoreño reclamaba mayor autenticidad y desmeritaba la postura burguesa, a la que describe como "llena de dilemas de cosas que no tienen ningún sentido figurado por los valores estéticos".
Perteneció a la generación de artistas que sentaron las bases de la plástica nacional, relativizando lo académico y privilegiando lo idiosincrásico, en la que militaban Camilo Minero, Luis Ángel Salinas, Mario Escobar. “Todos en forma diferente buscábamos lo mismo: una pintura que fuera salvadoreña. ¿Con qué elementos? Los que fuesen, pero una cosa que tuviera el poder y la fuerza de ser de El Salvador”.
Desde joven se rodeó de pensadores como Salarrué y Alberto Guerra Trigueros.
Cañas ha dejado en su estudio un inventario de más de una centena de óleos, más de mil dibujos y grabados, y un cuaderno de 22 poemas que recoge su breve paso por la lírica. Vendió alrededor de 300 piezas, las cuales están repartidas en colecciones privadas, museos locales y extranjeros, e incluso en la Asamblea Legislativa. Muchas de las ideas que lo convirtieron en un pionero de la plástica en el país las importó de su paso por la Real Academia de Bellas Artes, en Madrid, en donde se enfrentó con el informalismo y la abstracción que se desarrollaban en el marco del franquismo.
Cañas tradujo esas corrientes en un ajuste de los valores estéticos enfocados en la libertad de expresión. Hizo del humanismo su principal bandera y, a través de pinturas, grabados, dibujos, murales y esculturas, denunció grandes violaciones contra los derechos humanos. Ejemplos fieles de ello son el Poema al mestizaje cultural que adorna la cúpula del Teatro Nacional, la serie Testimonios, que retrata la toma de la Universidad de El Salvador, y “El Sumpul”, la que se convirtiera en la pintura histórica más importante por narrar la masacre de campesinos durante la guerra.
Pese a que era un confeso inconforme por la falta de reconocimiento de su labor artística, Cañas siempre trabajó por el honor a la patria, aunque esta le retribuyera poco, e incluso llegó a considerar que una vez él muriera su obra debería de ser quemada. “Vivimos en un país que queremos y amamos, pero hoy vamos a pensarlo todo al revés para encontrar el buen camino de las cosas, porque si lo pensamos derecho, sufrimos mucho, demasiado”.
El maestro, que por años reclamó sentirse solo por considerarse un desconocido entre las nuevas generaciones, nunca se inmutó por el protocolo, y la franqueza con la que ha criticado a nivel intelectual y artístico las posturas políticas y las corrientes estéticas adoptadas por los demás pintores, le confirieron con los años su reputación de francotirador. Su espíritu de revolución permanente lo instó a romper con las formas tradicionales de la pintura y a reclamar mayor autenticidad en lo que producía.
  


El Sumpul

ROSA MENA VALENZUELA




Rosa Mena Valenzuela nace en San Salvador en el seno de una familia de ascendencia española, francesa y eslava; su madre Emilia Valenzuela y su padre, el eminente abogado, compositor y músico, el doctor José Mena, le propician desde su infancia un ambiente motivador hacia sus inquietudes artísticas. Según Claudia Lars, Rosita estaba rodeada del fino espíritu de su abuela materna, cuya casa era frecuentada por artistas como Gianolli, María de Baratta o Angelita Peña, quienes se reunían a tocar el piano de la casa del Dr. Mena.

Sin embargo, aun cuando sus padres se enorgullecían de que su hija ganara, año con año, el premio Nacional de Dibujo en el colegio de JeunesFilles Jean D Arc. No aceptaron que durante su adolescencia Rosita se dedicara totalmente al arte.

Esta confrontación con sus padres tal vez hizo mella en la actitud artística formal de la pintora, que decide inscribirse en la academia de Valero Lecha, quien percibe que algo recio y fino se esconde detrás de aquella muchacha.

En 1973 abre una academia artística de enseñanzas, siendo sus primeros alumnos personas que le envía su antiguo maestro Valero Lecha. A ella no le interesa recrear las apariencias visibles de las figuras ni la sensibilidad halagadora de los colores sino el planteamiento de los conflictos íntimos del hombre; pinta sus retratos de memoria, tratando de interpretar su estado anímico.





El el museo Marte aprecie obras de Rosa Mena Valenzuela, sus pinceladas no muy precisas forman figuras abstractas 

Julia Diaz

Pintora y fundadora del Museo Forma, que es reconocido como la primer galería de arte de El Salvador. Diaz representó diversos aspectos de la vida campesina salvadoreña, sus obras son dinámicas y adquieren un matiz propio… en ellas las temáticas son la maternidad, la vida, el sufrimiento, la inocencia de los ojos de los niños, se puede observar el manejo de las sombras para asentar el mensaje que la autora quería transmitir, a lo largo de la trayectoria de la artista podemos observar una evolución con respecto a la temática. Si bien es cierto que se han perdido diversas obras de la artista aun podemos acceder a algunas de llas que se encuentran en diversas galerías como el museo Forma y el museo MARTE.
Uno de los principales sueños de la pintora era promover y dar a conocer las artes plásticas a todos los sectores de la población… hoy en dia existe la fundación “Julia Diaz” cuya principal labor es precisamente esa, dar a conocer y acercar el arte a los y las salvadoreñas.
Generalmente Diaz trabajaba en retratos, rostros conpungidos, felices tristes, sombríos que se encargaban de mostrar la realidad del pueblo, lastimosamente no se tiene acceso a toda su obra alrededor de 11 piezas se extraviaron en un vaivén legal respecto a su herencia… las obras aun se encuentran desaparecidas incluyendo un retrato de su madre del cual solo se tienen footgrafias.



 



El grito
al ver el cuadro de julia diaz del grito, senti el grito en mi mente como si deverdad lo escuche un grito desesperante de un niño con un poco de vos extraña, eso fue la primera sencaion al estar analizando y entre mas miraba el cuadro la figura del niño se me hacia mas extraña y hermosa un misterio pasajero, ¿en que pensaba julia diaz al pintar tal obra, o que vio en que se baso para hacerlo? a la hora de pintar siempre pinto lo que veo con un tono fantastico destaco que al ver todas sus obras salen niños y mujeres solas siempre con una exprecion facial parecidas con miradas traviesas, tratan sobre la maternidad, niños de escasos recursos algunos con rostros macabros , como si lo que vive el personaje no tiene solucion. La obra de Díaz no es una influencia pura del expresionismo. Más bien tiene la proyección llamada neohumanismo, una tendencia que se estaba dando con mucha intensidad en Latinoamérica






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